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La XXII Ruta Carretil presenta El Bosque de la Catedral

Para labrar las grandes vigas de tercia que permitieron convertir la catedral románica de Burgos en la joya gótica que hoy contemplamos, se precisaron grandes fustes de más de 15 metros que cubriesen la anchura de la nave central. A falta de robles como los de Notre Dame de París, modelo del templo burgalés, esta madera sólo podía proceder de pino albar de la Sierra del Arlanza, nacidos dos siglos antes de su colocación.

Esto nos retrotrae a la selvicultura practicada por losantiguos pobladores altomedievales del Arlanza, cuyas necrópolis, como Cuyacabras o Revenga, se conservan en los propios montes hoy en día.

La colonización humana de estas sierras y el adehesamiento de los pinares para el ganado a través del entresacado de pinos, hicieron posible la producción de ejemplares de gran escuadría para las futuras grandes obras. Sin duda, la labra y acarreo de estas vigas de tercia y “de marco lleno” para la catedral de Burgos debió ser un gran aliciente para los pueblos carreteros y todo un compromiso para la conservación y mantenimiento de sus bosques.

Los primeros reyes castellanos otorgaron, mediante las Cartas Pueblas, la propiedad de los montes a los pueblos y ordenaron el reparto comunal de pinos entre los vecinos para asegurar su cuidado, conscientes del valor de las poblaciones para la conservación generacional de los montes, una verdadera política de Estado de la que hoy lamentablemente se carece.

La extraordinaria selvipascicultura practicada por nuestros antepasados puede ser avalada mediante el análisis dendrocronológico de la madera que todavía perdura en nuestra catedral, como se ha realizado con las vigas de pino albar de la de Segovia procedentes de Valsaín. Aunque la cubierta fue sustituida por una estructura metálica, aún quedan algunas vigas simbólicas y los planos de los arquitectos que la modificaron.

Datar la edad de una madera es atestiguar las enormes cualidades de estas nobles coníferas que, protegidas por el sistema inmunológico de la resina interior, sobreviven varios siglos conservando grandes obras.

Puesto que el Arlanzón no es navegable como el Sena, para la seo burgalesa se precisaron varias decenas de miles de acarreos, no es por tanto desmesurado afirmar la existencia de la Cabaña Real de Carreteros, oficialmente instituida por los Reyes Católicos en 1497 pero que ya debió existir mucho antes para abastecer la construcción de la pujante “Caput Castellae” y sus negocios laneros de ultramar.

No es fácil encontrar la documentación de los acarreos de materiales para la fábrica de la catedral, pero si es factible calcular los miles de carros de piedra que se llevaron, así como conocer las escuadrías de las grandes vigas que sustentaron su cubierta. Más complicado es calcular el volumen de la madera que se utilizó en la obra: cimbras, andamios, grúas, puntales.. (ANEXO I). Sólo a titulo comparativo, podemos asegurar que, en el Conjunto Palacial de la Villa de Lerma de 1600, según las publicaciones del arquitecto Luis Cervera Vera, se emplearon unos cuatro mil metros cúbicos de madera de Pinares, como consta en los minuciosos contratos del Duque de Lerma.

La intención de la C.R.C. es resaltar la labor paciente, humilde y anónima de las comunidades selvicultoras que, siglo tras siglo han renovado sus montes de forma sostenible, sirviendo a los diferentes intereses constructivos de la sociedad: iglesias, conventos, cuarteles, hospitales, navíos para la Armada o la red de ferrocarril.

Empresas a las que históricamente han servido los centenarios montes de Burgos y Soria, y de otros macizos forestales españoles como Gredos, Guadarrama, Montes Universales, Cazorla o Pirineos. Estamos hablando de Bosques Catedrales, así llamados por el Gobierno de Francia en la recuperación de Notre Dame, cuyas maderas son eternas.

Por ello, se pretende visibilizar tanto su histórica contribución, como la de los pastores, que con su lana merina financiaron las obras, la de los carreteros, que realizaron los transportes, los canteros, albañiles, herreros, vidrieros, carpinteros y todos los oficios olvidados que con su esfuerzo y fe formaron parte del levantamiento de esta grandiosa obra.

Sin olvidar las vacas serranas negras, fruto de años de selección que han dado lugar a un animal de arrastre atlético, adaptado a condiciones adversas y de desarrollo lento, haciéndolo incapaz de competir con otras razas de crecimiento más rápido. Ni los últimos pastores de ovejas de montaña, abandonados a su suerte.

Razas autóctonas e insustituibles en la lucha contra los incendios. Ni tampoco los pinos y maderas nobles que conservan almacenado el CO2 viviendo con nosotros para siempre.

El VIII Centenario de la Catedral de Burgos constituye una gran ocasión para volver la vista sobre los pueblos forestales burgaleses y sus bosques, también obra humana, que continúan su imparable evolución milenaria a pesar de problemas como la despoblación, el cambio climático y el injusto olvido de la política.

Ya en el 2018, cuando comenzaron los actos conmemorativos, la C.R.C. organizó la recreación de un acarreo de materiales para la construcción de la catedral de Burgos en el aniversario de la puesta de la primera piedra.

El itinerario hasta Burgos se inició en las canteras de Hontoria y Cubillo del Campo y, aprovechando este excepcional escaparate para reflejar la importancia que la madera de la Sierra del Arlanza, la lana de Oveja Merina y la piedra de Hontoria tuvieron en edificios tan singulares como la catedral y fomentar la preservación de nuestras razas y nuestros recursos, se cargaron cada uno de los carros con estos simbólicos materiales.

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