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El arzobispo llama a una «ineludible y urgente» tarea evangelizadora en su primera carta pastoral

Transcurrido más de un año y medio de su llegada a la archidiócesis de Burgos, tras la clausura del Año Santo de la Catedral y la celebración de la Asamblea Diocesana, el arzobispo firma hoy 14 de septiembre, coincidiendo con la fiesta del Santísimo Cristo de Burgos, su primera carta pastoral.

Con el título «Iglesia en estado de misión», don Mario Iceta Gavicagogeascoa repasa algunos aspectos de la vida social y eclesial que le «interpelan de modo particular» y que «constituyen una llamada del Espíritu a nuestra Iglesia burgalesa».

La misiva, dirigida a todo el Pueblo de Dios que camina en Burgos, se convierte así en una exhortación a «ponernos manos a la obra con convencimiento, audacia y pasión» para llevar adelante la tarea evangelizadora en una época de «desierto espiritual» que ha modificado la sociedad y que provoca que «no podamos seguir con los mismos esquemas mentales y consiguientes modos de actuar» del «siempre se ha hecho así».

El arzobispo expone una radiografía social (nn. 9-18) en la que la práctica religiosa disminuye, en la que nacen nuevas formas de «antiteísmo beligerante» en medio de una pluralidad religiosa y en la que la «crisis de verdad» ha desembocado en «el relativismo, el pensamiento débil o la proliferación de ideologías y populismos» de tono individualista y consumista que desembocan en una nueva concepción antropológica y que hablan de «un cambio de época».

Ante esta nueva sociedad, el arzobispo habla de una «llamada ineludible y urgente a la evangelización», «sin excusas ni justificaciones» para «despertar en nuestros conciudadanos el deseo del Dios vivo y verdadero inscrito en el corazón humano».

Para ello, y siguiendo algunas directrices del documento final de la Asamblea Diocesana, fija su atención en la necesidad de una evangelización «de persona a persona», sin olvidar aspectos básicos como la mejora de la comunicación y la transparencia, la necesidad de generar una «cultura cristiana en diálogo con diversas corrientes de pensamiento», establecer estrategias comunes entre «familias, parroquias, centros educativos y espacios de ocio y tiempo libre», una especial atención a las familias, jóvenes y adolescentes y atender los diversos ámbitos de pobreza y exclusión, entre otros.

Para ello urge una «espiritualidad recia» que ponga en el centro la eucaristía y el sacramento de la reconciliación, la oración asidua y de calidad, la formación espiritual y litúrgica y la atención a la piedad popular. Todo ello para lograr una «conversión personal» y comunitaria, con «líderes laicos» y «comunidades creativas» que trabajen de forma conjunta, en sinodalidad y corresponsabilidad.

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