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La estudiante de la UBU Alba Mínguez Angulo recibe el Premio Profesor Luis Martínez al mejor TFG

La Facultad de Humanidades y Comunicación acordó conceder el Premio Profesor Luis Martínez al mejor TFG (Trabajo Fin de Grado) Sepelios en el Burgos contemporáneo. Historia de dos cementerios de la estudiante Alba María Mínguez Angulo.

Coincidiendo con la semana en la que se celebra la fiesta del patrón de la Facultad de Humanidades y Comunicación, Erasmo de Rotterdam, el 28 de octubre, conmemorando el día de su nacimiento en 1466, este centro ha fallado la segunda edición del Premio Luis Martínez García, al mejor Trabajo Fin de Grado del curso académico 2019-2020, en el Grado en Historia y Patrimonio.

Una vez concluido el proceso de defensa de los TFG, en sus convocatorias ordinaria y extraordinaria, en las modalidades presencial y online, resultaron candidatos al premio cuatro trabajos de un total de veintitrés defendidos, al ser evaluados por los tribunales correspondientes con un 9,5 o nota superior.

El jurado, compuesto por los profesores eméritos Lena Saladina Iglesias Rouco, Federico Sanz Díaz y Antonio Fernández Sancha, consideró merecedor de este II Premio Profesor Luis Martínez al TFG titulado Sepelios en el Burgos contemporáneo. Historia de dos cementerios, de la alumna Alba María Mínguez Angulo.

Como consecuencia de las restricciones motivadas por la pandemia de Covid 19, este año no habrá acto de entrega oficial del diploma acreditativo y de un cheque para la compra de libros y material escolar, por valor de 300 euros.

La historia de los cementerios

En este trabajo, Alba María Mínguez estudia la historia de los dos principales cementerios de la ciudad de Burgos. Comienza exponiendo los motivos de su construcción y profundiza en la evolución que han experimentado los enterramientos cristianos en territorio europeo.

Este texto aborda el cambio de ubicación de los enterramientos sufrido a partir del s. XVIII, desde los cementerios medievales en las iglesias, hasta los enterramientos extramuros con la consiguiente mejora en las condiciones de salud pública. El hecho de desplazar los lugares de enterramiento a las afueras de la ciudad no quedó exento de polémica, debido a la oposición de la Iglesia, que vio peligrar una de sus principales fuentes de ingresos; además de la oposición de la población, que quería enterrar a sus familiares lo más cerca posible de los templos.

Después se centra en los cementerios de la ciudad de Burgos. De los primeros acercamientos, en 1803, a la necesidad de construir un cementerio con carácter permanente y planificado, con la llegada de los franceses a la ciudad. De esta época, data el cementerio inicial del General Thiebault. El siguiente intento se produjo en 1813, cuando se llegó a trazar un proyecto, pero el expediente quedó paralizado.

Finalmente, en 1832, la necesidad de un cementerio extramuros se convirtió en una cuestión acuciante debido a la virulencia con la que la epidemia de cólera-morbo afectó a la ciudad. Provocó un aumento de la mortalidad y la creciente necesidad de enterrar a los fallecidos lejos de la población. Por ello, se construyó el Cementerio Antiguo en la ladera del Castillo. El crecimiento demográfico y urbano, a finales del s. XIX, obligó a plantear la posibilidad de construir otro cementerio más alejado del núcleo urbano y que permitiera dar cabida a un mayor número de enterramientos. Se trata del actual Cementerio Municipal de San José

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