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El MEH apuesta por la música y el teatro con la representación de una obra inspirada en Bertolt Brecht y Kurt Weill

El Salón de Actos del Museo de la Evolución Humana se convertirá mañana sábado, 28 de enero, a las 20.15 horas, en el escenario de la representación ‘De la mano de Bertolt Brecht y Kurt Weill’, un espectáculo creado por cuatro intérpretes a través de la experimentación músico-vocal. Esta obra, en la que cohabitan humor, música y filosofía, está destinada a mayores de 13 años y la entrada para verla es gratuita.

La historia viene contada por una mujer (la Individua, interpretada por Verónica Ronda) y tres hombres (la Sociedad, personificada en José María Villareal, César Tejero y Rubén Villadangos). Comienza con los músicos en escena, vestidos como aquel hombre con la manzana que pintó René Magritte. Son las tres fases de la vida: nacimiento, madurez y muerte. Por otro lado, está la imagen de la mujer, que remite casi a la imagen de una niña: Es la inocencia. La temporalidad y el lugar, en este caso, dan igual. Lo importante tiene que ver con la esencia del ser humano, por qué pierde la inocencia para, en tiempos de crisis, en muchas ocasiones, se vuelva a la perversión por el mero hecho de salvaguardarse.

La también actriz Verónica Ronda aclara desde la dirección del proyecto que servirse de la obra poética de Bertolt Brecht no es sino un camino para analizar que el tiempo se da a modo de bucle, pues las historias se repiten, y esto hace que el ser humano se reconozca en aquellas palabras de hace 80 años.

El humor es una de las herramientas más empleadas en el espectáculo, a pesar de todo el plano filosófico abierto en base al existencialismo. “Brecht, nos lo puso fácil, pues la ironía que emplea en muchos de sus poemas me ha abierto el camino para hacer una analogía entre aquella Alemania y esta España que vivimos”, aclara.

Tan importante como la letra en esta producción es la música. A través de Kurt Weill el espectador hace también un viaje desde la dulzura hasta la más imperecedera amargura, pasando por diferentes estados de euforia. Los textos viajan continuamente acompañados de los acordes de Weill. Es por ello, aclara Ronda, que no puede definir el espectáculo como un concierto, ni tampoco como una función de teatro, sino, como una suma de estas artes que surge por la necesidad “de hacer entender al mundo que hoy más que nunca debemos estar unidos”.

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