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En la Universidad de Burgos no falta talento

Carmen Martínez Alonso, egresada de la Facultad de Ciencias de la Universidad de Burgos, realiza actualmente una estancia de doctorado en la Universidad de Standford en Estados Unidos, considerada en muchos rankings como la mejor del mundo, con una beca Fulbright de investigación predoctoral.

Gracias a esta oportunidad, Carmen trabaja con un equipo con expertos en catálisis y economía del hidrógeno a nivel mundial y, desde California, ha querido compartir su experiencia con el alumnado de la UBU.

Esta joven investigadora, que se define como “burgalesa de pura cepa” recuerda las oportunidades y proyección internacional que tuvo en la UBU “que otras universidades españolas más grandes no habrían podido darme.

Por ejemplo, en tercero de carrera me marché con una beca UBU Global a Millersville University of Pennsylvania, en Estados Unidos y en cuarto con una beca Erasmus a University College Dublin, en Irlanda”. Además, durante su formación se involucró intensamente en las actividades de la universidad y participó en numerosas jornadas de representación estudiantil.

La inquietud por aprender y la curiosidad de esta joven investigadora van más allá de la química y durante su segundo año empezó a estudiar simultáneamente el grado en Lengua y Literatura Españolas por la UNED.

¿Te ha costado cursar dos grados tan diferentes?

Siempre he amado tanto las ciencias como las letras y la Universidad de Burgos me facilitó el poder conjugar ambas pasiones. La química es fascinante, es mágica, y los profesores de la Universidad de Burgos te enseñan a amarla con cada una de sus asignaturas.

Volvería a estudiar la carrera una y mil veces. El mismo entusiasmo por las moléculas lo tengo por las letras. Estoy enamorada del lenguaje y de lo que provoca. Acudo a tertulias literarias en Burgos desde que tenía 15 años y escribo poesía desde entonces.

Además, toco el piano y la guitarra, monto a caballo y he participado como bailarina en cinco musicales. Creo que la interdisciplinariedad es lo que nos hace grandes

Tras finalizar el Grado en Química de la UBU, cursaste el Máster en Alta Especialización en Plásticos y Caucho en el CSIC, en Madrid, ¿porque elegiste este título?

Sin duda los plásticos son tan maravillosos como peligrosos si no controlamos sus residuos, quería aprender cómo hacer uso de estos materiales tan versátiles con responsabilidad”

Después de este Máster iniciaste el doctorado

Si, estoy cursando el Doctorado en Química Avanzada de la Universidad Complutense de Madrid con una beca FPU del Ministerio de Universidades, donde demás de impartir docencia, desarrollo mi actividad investigadora en el Instituto IMDEA Materiales con el Prof. Javier Llorca, como ella misma explica.

¿En qué se centra tu investigación?

Mi doctorado se centra en el desarrollo de catalizadores metálicos para la economía del hidrógeno.

Uno de los problemas a los que nos enfrentamos hoy en día es que las fuentes de energía verde son intermitentes. Necesitamos una forma de almacenaje y transporte de esta energía, y el hidrógeno es una alternativa idónea.

Para llevar a cabo con eficiencia los procesos de generación de energía a partir del hidrógeno necesitamos un catalizador. Un catalizador es como el ingrediente mágico que permite que las reacciones ocurran a la velocidad necesaria y sin emplear temperaturas o presiones monstruosas. Hoy en día, se usa platino, pero por desgracia, está entre los 15 materiales más caros del mundo.

Mi trabajo se centra en buscar elementos para sustituir este platino por otro material que sea igual de eficiente pero mucho más barato, para lograr que esta energía sea asequible para toda la sociedad. Para ello empleo herramientas de química computacional, machine learning e inteligencia artificial.

Probar todos los posibles materiales del mundo en un laboratorio es totalmente inviable, por lo que, a través de mis simulaciones, soy capaz de comprobar la eficiencia de los distintos posibles candidatos en horas lanzando cálculos a superordenadores de todo el mundo.

En tu segundo año de doctorado has logrado una beca Fulbright, una de las más prestigiosas del mundo, para para hacer una estancia en California, Estados Unidos, durante seis meses.

Si, trabajo en SUNCAT Center of Interface Science and Catalysis, que es una colaboración entre el SLAC National Accelerator Laboratory y Stanford University, en el top tres de las mejores universidades mundiales. Pero la beca Fulbright es mucho más que ciencia, su historia es preciosa.

Se creó tras la segunda guerra mundial con la idea de unir a los líderes del conocimiento en todos los campos y fomentar la paz entre países a través de la educación. Me enorgullece formar parte de una comunidad tan grande y es mágico escuchar los proyectos de todos los becarios internacionales.

La beca te convierte en embajador de tu país y te enseña valores que no están escritos en los libros.

¿Cómo va la obtención de resultados? ¿Qué objetivos principales esperáis conseguir?

No llevo ni tres meses en California y ya tenemos modelos de Machine Learning prometedores y algunos materiales como posibles candidatos para sustituir al platino. El siguiente paso es mancharse las manos y entrar al laboratorio a verificar que son tan buenos en la realidad como en la pantalla del ordenador. No pienso parar hasta encontrar al candidato perfecto.

Hace unos meses tuvimos una reunión con los investigadores de Toyota Mirai, uno de los coches de hidrógeno ya disponibles en el mercado y le contamos nuestras ideas.

Una de las mejores recompensas que he tenido en mi doctorado fue cuando tras escuchar nuestra ponencia dijo: “Espero ver vuestros catalizadores en la siguiente generación de Toyota Mirai”. Tenemos que hacer algo para ayudar al planeta y estamos trabajando en ello.

¿Qué cambios has notado al pasar de estudiar en la UBU a trabajar en Stanford?

En la Universidad de Burgos no falta talento. Reconozco que llegué a Stanford con miedo de no dar la talla, pero puedo decir con orgullo que la Universidad de Burgos proporciona el nivel. Volvería a estudiar mil veces en la Universidad de Burgos.

No solo me ha dado oportunidades de crecer y sobresalir en el campo de la ciencia, sino que me ha dado el sentimiento de familia y hogar.

¿Cómo ves la situación de los investigadores ahora que conoces los dos países?

Odio la fuga de cerebros a la que nos enfrentamos en España. Mi idea es formarme todo lo que pueda y volver a casa a aplicar todo lo que pueda.

Desgraciadamente, no podemos competir con su financiación, nos sobran las ideas, pero nos faltan medios. Es horrible afirmarlo tan rotundamente, pero sin invertir lo suficiente en investigación, no podemos llegar a nada. Es imprescindible confiar en la ciencia y apostar por el desarrollo, me da pena que los jóvenes de hoy en día conozcan a todas las celebrities de Telecinco y no sepan decir el nombre de al menos cinco científicos relevantes a día de hoy.

Algo estamos haciendo mal si los científicos estamos escondidos en nuestros laboratorios trabajando en silencio por el beneficio de todos. Necesitamos salir de las aulas y decirle a la gente que estamos día a día rompiéndonos el coco por resolver los problemas de todos.

Además, no puedo dejar de resaltar el papel de la mujer en la ciencia. Seguimos siendo pocas y sobre todo en el campo de la computación. Animo a todas las jóvenes con ideas y ganas a meterse en este mundo y ayudarnos a demostrar que somos igual de capaces y tenemos mucho que aportar.

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