Homenaje a Burgos y sus pastores
En un año en el que en Burgos hemos ensalzado a los cuatro vientos el estandarte de la gastronomía, queremos hacer un pequeño guiño a uno de esos productos que nos hacen famosos en el mundo entero: el cordero lechal
El lechazo es, sin duda, un producto exquisito, un manjar de los que no se olvidan fácilmente y que tiene un sabor que perdura en la mente y los paladares de los comensales.
Y ese placer que sentimos al comer lechazo es mezcla del buen hacer del cocinero y de la buena calidad del producto. Un producto que llega a nuestra mesa desde los páramos y laderas de las tierras burgalesas. Si imaginamos las tierras de castilla en seguida nos viene a la cabeza un rebaño pastando y, cuidando de ese rebaño, el pastor.
Y que poco valorada es, en ocasiones, la abnegada tarea de esos pastores que hacen posible que ese producto llegue hasta nosotros. Pastores singulares, sencillos, duros y recios. Personajes anónimos, desconocidos, que han pasado y pasan desapercibidos, y cuya existencia parece cosa de tiempos pasados; pero al final, ellos son los encargados de cuidar esos corderos, de criarlos, seleccionarlos, y en definitiva, los responsables de la alta calidad del producto,
Por todo ello, que estas líneas sirvan de reconocimiento a esa tarea ganadera de tradición milenaria y que está en peligro de extinción.
La próxima vez que te sirvan un buen lechazo, dedica unos segundos a brindar “por el pastor que seguro ha cuidado de ese lechazo”.
Este texto está inspirado en un escrito de la Fundación Oxígeno sobre los «Pastores en la capitalidad de la gastronomía».
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